La lucha por un sueño
Era sábado y tenía que levantarse a las 6:30 am. No
había cosa que más le molestara que madrugar, y más en fin de semana; pero,
este sábado era diferente, era el campeonato de sus sueños y estaba más que
dispuesto a madrugar. Faltaba una hora para que saliera el autobús, pero ya
estaba vestido y tenía la bolsa preparada; aun así lo repasó una última vez. Protecciones
de pies y manos, antebraceras, espinilleras, bucal, coquilla, casco, dobok
y cinturón, sobre todo el cinturón;
había luchado mucho por llegar hasta ahí.
Se preparó cuatro tostadas, un zumo y un café caliente,
necesitaba energía para lo que le esperaba.
Aguardó ansioso a que llegara la hora de bajar a la
parada. Cuando por fin llegó, se preparó el mp3, guardó el móvil y la cartera y
cerró la puerta con las llaves para no despertar a los que aún dormían. Se
metió en el ascensor, todavía no estaba suficientemente despierto como para
bajar cinco pisos por las escaleras. Salió del portal, se dirigió hacia la
parada, que estaba frente al edificio; allí le esperaban sus amigos y
compañeros junto a su entrenador. No era el único que tenía hoy campeonato, ni
mucho menos era el único que llevaba tiempo soñando con él. Uno de sus compañeros
se sentó junto a él en durante el viaje y charlaron un rato. Pero no hizo mucho
caso, estaba inscrito en la categoría de menos de 72kg y había tenido que estar
dos semanas comiendo lo menos posible para poder dar el peso.
Su entrenador fue a la parte de atrás del bus para
hablar con él e informarle acerca de cuándo tenía que entrar él. Le tocaba
sobre las diez y media, lo que le tranquilizó, tenía tiempo de sobra para
calentar y estirar.
Al llegar, entró al lugar, buscó los vestuarios y se
cambió. No se puso todo el equipo porque le haría dar un peso falso, de modo
que lo dejó apartado. Llegada la hora de pesarse se dirigió al vestuario de los
árbitros, donde estaban las básculas. Subió a una, que marcó 72,7kg. Bajó y
volvió a subir, esta vez marcaba 72,5kg. Tenía que bajar medio kilo en apenas
media hora.
Se puso a correr por todo el lugar como si estuviese
poseído, era imprescindible que consiguiera dar el peso, aunque fuera justo.
Como mucho le perdonarían 100 gramos. Tras diez minutos corriendo sin parar, estaba
sudando a más no poder. Se torció un tobillo al tropezar con uno de los cables que
conectaba las pantallas con los ordenadores y tuvo que ir urgentemente al
médico para que le pusiera una venda. No se lo podía creer, justo ahora, cuando
había llegado tan lejos, un tobillo torcido le impediría cumplir su sueño.
Cuando dejó de dolerle quedaban menos de cinco minutos para entrar al tatami,
de modo que fue de nuevo a pesarse. Aunque pareciera increíble, la báscula
marcaba 71,9kg, no se lo podía creer.
Llegó la hora, su entrenador fue a avisarle, pero él ya
estaba preparado y se dirigió a cumplir sus deseos. Ya no estaba nervioso,
estaba eufórico; por fin había llegado el gran día, el día de sus sueños, el
día en el que conquistaría el tatami más grande que nunca ha existido. Subió
los escalones que lo separaban de él, saludó y entró. Estaba dispuesto a
conquistar el oro del Taekwondo Olímpico.
Buenas, soy Alín Vulpes de LCO. Vengo también a comentarte por aquí para no hacer mucho spam XD
ResponderEliminarSimplemente quiero decir que te tomes un descanso y ya lo harás mejor cuando decidas retomarlo, tampoco hay que forzarse, un saludo ^^
De descanso llevo bastante ya. Me gustaría ponerme y que volaran las palabras, pero no es así, por desgracia. No me gusta dejar las cosas a medias, pero parece que no hay más remedio.
Eliminar¡Musas a mí!
¡Un saludo!